Bueno, esta clase se llama “la clase del movimiento”, ¿Qué haremos?
Movernos claro, pero de qué manera. Cuando alguien me dice clase de movimiento
de inmediato pienso en bailar y saltar, pero esta clase era un tanto más
diferente a mi idea.
Al principio formamos filas y mis manos debían estar en los
hombros del compañero del frente primero dando golpes suaves y lentos, luego
avanzando el ritmo, hasta que en algún momento solo se escuchaba en la sala “pa
pa pa”, luego seguimos con la cabeza realizando una especie de masaje craneal
(lejos mi parte favorita de la clase).
Luego nos indicaron caminar por toda la sala en diferentes
direcciones, tratando de no chocarse, por supuesto chocamos más de una vez ya
que somos taaaantos. Para ponerle más sentido nos hizo saludarnos con cada
persona que nos topáramos, y de diferentes formas como apretando los hombros
con entusiasmo diciendo que rico verte, o apretándonos las orejas con cariño en
un gesto de ternura, o simplemente apretándonos las mejillas en un gesto
simplemente maternal.
Esta actividad nos produjo mucha risa y más a los
extrovertidos que no se aguantaban las carcajadas.
Bueno esta actividad
tenía como finalidad que nos mirásemos a los ojos en los saludos con
todos nuestros compañeros, y es así como debería ser en la vida diaria, ya que
muchas veces por vergüenza, porque se nos olvida u otro motivo no miramos a los
ojos siendo que a mi parecer una mirada expresa mucho más que palabras, cuando
miro a alguien a los ojos se deja ver tal como es, en su vulnerabilidad, en sus
defectos, siento que se transparenta en un 100%, es cuando una persona le
pregunta a otra “¿me estás diciendo la verdad?, entonces mírame a los ojos”,
muchas veces las miradas hablan por sí solas, ya sean de amor, tristeza,
felicidad, etc. Es muy importante mirarse a los ojos, son el reflejo del alma.
Y después nos hizo ponernos en grupos y sentarnos tocándonos
las manos con los compañeros,
acariciarla, sentirla, la temperatura, transmitirle energía, que muchos dicen que es muy importante, como es el caso de las energías curativas, todo esto
con los ojos cerrados. Así pude distinguir la mano que tenía a mi derecha con
la que tenía a mi izquierda, una era más suave que la otra, una estaba más fría
que la otra, una era más grande quizá, o si tenía algún anillo o alguna
cicatriz, pequeños detalles que identificaban a cada mano y la hacían
diferente.
Bueno con esta clase de movimiento, lo que menos hicimos fue
lo que pensé en un principio, eso de bailar y moverse para botar energía era
totalmente apartado a la realidad de la clase, pero a pesar de eso me gustó
mucho ya que al ser más tranquila logré una plena relajación, aprendí a conocer
a través de los sentidos, y a mirar a los ojos. A ir más despacio y fijarme en
detalles que simplemente no se toman en cuenta y sobre todo a conocerme a mi
misma.
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