En la clase pasada la profesora nos solicitó traer un
instrumento musical, o algo que hiciese ruido. Yo como no viajé el fin de
semana me fue imposible traer un instrumento de verdad, así que improvisé y
traje el rallador de mi cocina, sin que mi hermana se diera cuenta.
Al llegar a la clase vi muchos instrumentos distintos y muy
variados, algunos eran de viento, otros de cuerda y otros de percusión.
Luego la profesora Erna nos ordenó poner nuestros instrumentos en el centro de la sala, y sumados a otros instrumentos que ella tenía guardados (por si alguien no había traído) finalmente quedaron miles.
Lo primero que hicimos fue tocar, solo tocar, después nos
iba mostrando unas diapositivas con diferentes colores y debíamos tocar expresando
el sentimiento que nos producía ese color, por ejemplo el rojo rabia, por lo
que tocábamos fuertemente haciendo el mayor ruido posible, luego blanco y como
eso generalmente produce paz tocábamos de manera más suave y mucho más
despacio, y así también con otros colores como el amarillo, negro, azul y
verde.
Después realizamos otra actividad con los instrumentos que
consistía en que un compañero comenzara una melodía con cierto ritmo el cual
teníamos que seguir todos, y de un momento a otro aumentaba el ritmo y lo
disminuía poniéndole más dificultad.
Luego seleccionó a grupos para elegir en orden de
preferencia, yo elegí una guitarra. Después hizo que nos ordenáramos de acuerdo
al tipo de instrumento, por ejemplo las cuerdas con las cuerdas, vientos con
vientos, etc. , tocamos un rato nuestros instrumentos emitiendo “bella” música y
luego hizo que compusiéramos algo, quizá no como profesionales, pero que sonara
armonioso.
Con mis compañeros del grupo de las cuerdas nos dirigimos
fuera de la sala, en el grupo habían tres compañeros que sabían tocar guitarra,
una que tocaba el violín (Raquel), y otra que tocaba algo que no sé cómo se
llama. Finalmente nos decidimos a tocar integrándonos de a uno, y dio un
resultado bastante armonioso, después de practicar un tiempo la miss nos llamó
adentro para tocar todos, ya que cada grupo debía crear una sinfonía.
Los primeros fuimos nosotros, y la verdad es que nos salió
bastante bien, mejor de lo que esperábamos e incluso recibimos aplausos por
parte del “público”. Los otros grupos estuvieron muy bien también, fue
realmente un agrado escuchar la música.
Casi al finalizar la clase la Miss nos preguntó que habíamos
sentido en esta actividad, algunos dijeron relajación, armonía, dejarse llevar, entre muchos más. Para mí fue
simplemente liberación, como cuando llega ese día viernes después de una semana
de pruebas, como tirarse a una piscina después de un tortuoso día de calor, o
simplemente cuando dices una verdad que nadie quiere escuchar pero es necesaria
de oír. Es esa liberación, esa. Siento que cada uno debería hacer por lo menos
una actividad de liberación a la semana, cada santiaguino es realidad, según mi
teoría el stress disminuiría notoriamente en nuestra sociedad y aumentaría el
bienestar.
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